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CUEVA DEL LOCO EUSTAQUIO

Vitral realizado por el maestro Julio Fuentes Estay, de San Pedro, como parte de un proyecto Fondart en 2010. En la ilustración refleja los principales aspectos del momento cúlmine de la novela «La Cueva del Loco Eustaquio», escrita por Zorobabel Rodríguez Benavides (pariente de la Beatita Benavides).

Zorobabel Rodríguez Benavides (Quillota, 4 de octubre de 1839 – Valparaíso, 29 de septiembre de 1901)​ fue un abogado, político, periodista, escritor y lexicógrafo chileno. Fue redactor del diario El Independiente y fundador del diario La Unión. En el ámbito político, militó en el Partido Conservador, siendo diputado propietario por Chillán, Santiago y Linares entre 1870 y 1891. Además, fue superintendente de aduanas en Valparaíso desde 1891 hasta 1901.

En 1864 publicó La Cueva del Loco Eustaquio, una trágica historia de amor. En dicho relato costumbrista que refleja la vida en Quillota durante esos años, Manuel (el Loco Eustaquio) está perdidamente enamorado de María, joven que vive al cuidado de su tutora Mercedes de Alderete, quien desaprueba dicha relación y los separa. Desesperado, Manuel intenta raptar a María y la osadía termina a balazos y con María muerta. Manuel la entierra en la cueva y se queda a vivir allí, sobre sus restos. Pasaron poco más de seis años hasta que un temporal hizo crecer inusitadamente el Río Aconcagua, mismo tiempo en que un aerolito cruzaba el cielo dejando una estela. Manuel lo vio como una señal. Selló la cueva para que nadie lograra ingresar hasta donde estaban los restos de su amada y luego subió a un peñasco, lanzó su sombrero al agua y se arrojó a la corriente. Su fiel amigo “Palomo”, su pequeño perro blanco, saltó tras de él.

Según la leyenda en la que se basa esta novela -mucho menos romántica pero igualmente trágica-, a principios del siglo XIX habitaba en dicha cueva, en realidad una bocamina, un ermitaño que vestía una añosa sotana, quien tras una vida de anacoreta fue asesinado por un huaso que lo arrastró a caballo tirándolo con una soga.

Novela o leyenda, lo cierto es que la bocamina aún existe en la falda norte del Cerro El Mayaca.

 

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