Vitral confeccionado por el maestro Julio Fuentes Estay, de San Pedro, como parte de un proyecto Fondart de 2010. En su ilustración rescata los elementos principales de esta desaparecida fiesta.
La Procesión del Pelícano fue una festividad religiosa surgida durante la segunda mitad del Siglo XVIII y que se extendió por casi 130 años. Se celebraba durante la Semana Santa y transformó a Quillota, entonces una pequeña Villa, en un importante centro de peregrinación. Se estima que hasta 10 mil personas llegaban en largas caravanas, incluso varios días antes, y buena parte de los ciudadanos arrendaba espacios en sus casas para alojamiento. Con la llegada del ferrocarril la efervescencia fue aún mayor y los registros de prensa hablan de personas que incluso viajaban en los techos de los vagones.
En rigor se denominaba Ceremonia de Descendimiento y Sepultación de Jesús y se preparaba durante meses para ejecutarse en Viernes Santo. Cientos de personas en procesión recreaban los distintos momentos y personajes que rodearon la muerte de Jesús. En total eran 12 andas con sus séquitos a quienes se les sumaban decenas de personas caracterizados como soldados romanos o ángeles, todo iluminado por antorchas y petardos.
El anda principal era un enorme pelícano (símbolo cristiano) blanco que se picaba a sí mismo el corazón, esculpido en madera y recubierto de espejuelos, en cuyo interior se depositaba una urna que contenía una gran imagen de Cristo tallado en madera, la cual descolgaban de la iglesia y que tenía sus brazos articulados para poder ingresar al cajón. Una versión dice que la enorme estructura incluso movía sus alas. Para portarlo, llegaban cargadores del Puerto de Valparaíso y se turnaban con decenas de vecinos que entendían el esfuerzo como un gran honor.
Una versión afirma que el Pelícano fue mandado a hacer por una rica familia de Quillota, mientras que otros textos señalan que fue esculpido en la cárcel como una manda.
La multitudinaria actividad era organizada por un vecino ilustre, el párroco y, principalmente, la Hermandad del Santo Sepulcro, quienes usaban hábitos con “cucuruchos” en sus cabezas. Ellos eran los encargados de pedir limosna que servía para financiar toda la festividad.
En la década de 1880 la Procesión del Pelícano comenzó a decaer, hasta que finalmente terminó por falta de interés de los vecinos; problemas políticos derivados de la Guerra Civil; desmotivación de la Hermandad; supuesta mala voluntad del párroco de la época y; producto del terremoto del 16 de agosto de 1906 que dañó la Iglesia San Agustín (ubicada donde hoy está el Instituto Rafael Ariztía), que cuatro meses después se desplomó sobre el Pelícano y la andas que estaban allí guardados, destruyendo todo.
La fiesta se intentó reeditar al menos en 1909, 1911 y 1942, aunque nunca volvió a tener su importancia e impacto que tuvo hasta 1906, la última realizada con gran éxito.
Hoy el Cristo articulado está en la Parroquia Nuestra Señora de los Desamparados, de la Corvi.